La iniciativa partió mal desde el propio gobierno. Primero se envió al Congreso un proyecto con errores (mal estructurado), de lo que se responsabilizó a la ministra Cubillos y fue rechazado en la Comisión de Constitución “por malo”. Piñera trató de salvar la situación, y se envió nuevamente con indicaciones.
Pero primó el gallito político y mediático antes que el objetivo mismo que es claro para todos: terminar con situaciones de violencia al interior de los establecimientos de educación. El gobierno planteó una estrategia comunicacional para presionar al Congreso y aprobar el proyecto y solo logró que la oposición se pusiera a la defensiva. Vinieron las acusaciones cruzadas de obstruccionismo y autoritarismo y, finalmente, Piñera creyó encontrar la llave precisa y le puso “discusión inmediata”, pensando que lograría su objetivo.
Se olvidaron que la Política es el Arte de lo posible. Se olvidaron que la mayoría de los proyectos que logran aprobación, se trabajan previamente entre las partes; se busca el consenso y no se imponen.
Anoche se aprobó en la Comisión de Educación del Senado la idea de legislar con una doble votación de dos abstenciones, un rechazo y dos aprobaciones. Y la cara de felicidad de la ministra duró solo hasta que se votaron en particular las indicaciones del Gobierno. Fueron rechazadas todas.
Desapareció -por ejemplo- el concepto “actos de violencia” y se reemplazó por “hechos graves”. Incluso la palabra violencia ya no aparece en el proyecto. Ni siquiera se mantiene el nombre de Aula Segura, porque la comisión aprobó cambiar el nombre por el de “proyecto de ley que fortalece las facultades de los directores de los establecimientos educaciones en materias de convivencia escolar”.
El gobierno, sin hacer un mea culpa, solo acusó que “le cambiaron el foco” a la iniciativa e intentará revertir la situación cuando deba ser revisado en particular en la sala del Senado. En síntesis, parece “chacota”.
